Brisa que se alimenta con el sueño del campesino,
nacida tal vez de la frescura de los arroyos
y de los mil colores de las tantas florecillas,
alma y cuerpo del cielo infinito y la tierra inmensa;
que nunca se cansa, que siempre esta hambrienta y despierta;
que danza con las hojas y las plumas de los pájaros;
buena brisa, heredera de la frente de la aurora,
de aquellos muslos voluptuosos de las gran montañas;
favorecida del inseparable verde campo;
y de aquella melodiosa música de la tarde;
que toma impulso hasta los quietos e inmortales cielos
para reclamar su fuerza y hálito de dios eterno.