lunes, 28 de noviembre de 2016


Brisa que se alimenta con el sueño del campesino, 
nacida tal vez de la frescura de los arroyos 
y de los mil colores de las tantas florecillas, 
alma y cuerpo del cielo infinito y la tierra inmensa; 
que nunca se cansa, que siempre esta hambrienta y despierta; 
que danza con las hojas y las plumas de los pájaros; 
buena brisa, heredera de la frente de la aurora, 
de aquellos muslos voluptuosos de las gran montañas; 
favorecida del inseparable verde campo; 
y de aquella melodiosa música de la tarde; 
que toma impulso hasta los quietos e inmortales cielos 
para reclamar su fuerza y hálito de dios eterno.