Brisa que se alimenta con el sueño del campesino, nacida tal vez de la frescura de los arroyos y de los mil colores de las tantas florecillas, alma y cuerpo del cielo infinito y la tierra inmensa; que nunca se cansa, que siempre esta hambrienta y despierta; que danza con las hojas y las plumas de los pájaros; buena brisa, heredera de la frente de la aurora, de aquellos muslos voluptuosos de las gran montañas; favorecida del inseparable verde campo; y de aquella melodiosa música de la tarde; que toma impulso hasta los quietos e inmortales cielos para reclamar su fuerza y hálito de dios eterno.
" La pintura hasta Velázquez
había querido huir de lo temporal y fingir en el lienzo un mundo ajeno e
inmune al tiempo, fauna de eternidad. Nuestro pintor intenta lo
contrario: pinta el tiempo mismo que es el instante, que es el ser en
cuanto que está condenado a dejar de ser, a transcurrir, a corromperse.
Eso es lo que eterniza y ésa es según él, la misión de la pintura: dar
eternidad precisamente al instante ¡casi una blasfemia! He ahí lo que
para mí significa hacer del retrato principio de la pintura. Este hombre
retrata el hombre y el cántaro, retrata el acontecimiento, esto es el
instante. En fin, ahí tienen ustedes Las Meninas, donde un retratista
retrata el retratar".
José Ortega y Gasset: Introducción a Velázquez,
1954
martes, 26 de enero de 2016
Las cadenas de la esclavitud solamente atan las manos: es la mente lo que hace al hombre libre o esclavo.